Cada año recibe a más de cinco millones de visitantes para las fiestas decembrinas, de modo que —es cierto— pasar fin de año en Nueva York es un gran cliché. Pero tiene buenas razones para serlo. Quizá es la nieve, quizá las luces o el árbol de navidad más grande del mundo; o tal vez es todo junto lo que ha permitido que esta ciudad sea, desde el siglo XIX, la reina de la temporada.
Por Mónica Isabel Pérez
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